Giovanni Battista Salvi, “Il Sassoferrato” (copia)
Óleo sobre lienzo
Siglo XVII
En 1767 el editor John Boydell sacó a estampa un grabado realizado por Francesco Bartolozzi, donde había representado a la Virgen con el Niño según el modelo de la obra original en pintura perteneciente a la colección de la señora Midleton, esposa de George Brodrink, III vizconde de Midleton. El matrimonio se la había comprado a un importante comerciante, Robert Bragge, en una subasta celebrada en junio de 1764, en la que se vendieron 130 obras de su colección, formada en Italia entre 1740 y 1750. Como en el grabado, en el catálogo editado para la ocasión por la casa de subastas Prestage de Londres aparecía el autor de la obra, “Salta Ferrata”, junto a la descripción, las dimensiones y su procedencia (Rosazza-Ferraris, 2017: 64). La referencia sin duda debe ser una deformación del sobrenombre con el que se conoció al pintor italiano Giovanni Battista Salvi, “Il Sassoferrato” (Sassoferrato, 1609 / Roma, 1685).
El grabado, del que se conserva un ejemplar en el British Museum, representa una singular iconografía en la que aparece la Virgen cubierta por un velo de gasa sobre la cabeza, que cae hasta cubrir parcialmente el rostro del niño, que se encuentra dormido en el regazo de la madre. Varias son las copias de esta versión que se vinculan a la mano del pintor italiano, como la conservada en el Museo Nacional de Armenia. Entre ellas se encuentra la de Osuna, de cuya procedencia nada se sabe. El lienzo no ha sido reentelado ni cortado como podría sugerir el hecho de que la mano izquierda de la Virgen aparezca de manera parcial. Reproduce el mismo modelo en el que se inspiró Bartolozzi, ya que en la versión armenia el formato es algo más alargado e incorpora la mano en su totalidad.
Ambas son una muestra más del éxito que durante la Edad Moderna tuvo el fenómeno de producción de copias, en muchos casos con alto grado de estandarización, en las que se tomaba como modelos determinadas representaciones que habían adquirido un considerable éxito. Con ellas se abastecía la importante demanda de aquellos comitentes que sentían el deseo de tener las firmas o las creaciones más afamadas, por lo general simplificadas, de los más renombrados maestros italianos. Con frecuencia las de más calidad se solían vincular con grandes artistas, aunque en su mayoría se tratara de obras de seguidores o de copias. Especial predicamento tuvieron en este sentido las obras de carácter devocional, de pequeño y mediano formato, muy apropiadas para los ámbitos del culto privado.
Uno de los artistas italianos cuyas obras fueron más replicadas fue Giovanni Battista Salvi. Su principal aportación fue la creación de un tipo de imagen devocional que gozó de gran demanda, en la que supo sintetizar las dos corrientes pictóricas del Barroco que por entonces eran dominantes: el clasicismo boloñés y el tenebrismo. En una perfecta adecuación a la sensibilidad surgida en la Contrarreforma en lo tocante a imágenes sagradas, su producción se centró sobre todo en una versión simplificada de la tradicional Madonna renacentista, para lo que se basó en formulaciones de los siglos XV y XVI, particularmente de pintores como Perugino y Rafael, a las que supo insuflarle cierto aire de modernidad caravaggesca con la inclusión de una luz dirigida que, sobre fondos oscuros, creaba un fuerte modelado de los volúmenes. Paralelamente, la idealización de las figuras, la rígida ordenación de sus composiciones y el uso de una gama cromática recreada en los efectos agradables del color, lo acercan a la corriente clasicista de su maestro Domenichino, de Guido Reni o Guercino, y lo vinculan con el arte de contemporáneos suyos como Carlo Dolci. Su producción artística se ha considerado una sofisticada variante de las tendencias clasicistas siempre presentes en la pintura romana del Seiscientos.
El éxito de sus creaciones hizo que se viera obligado a establecer un taller que sistemáticamente repetiría fielmente sus esquemas, al punto que existen versiones prácticamente idénticas de muchos de sus cuadros. La cantidad de copias, replicas o versiones más o menos fieles, tanto del taller del pintor como de copistas, poden de manifiesto el éxito y difusión de algunos de sus modelos, lo que dificulta su catalogación. De la vasta producción del maestro y su entorno hay una considerable muestra en Andalucía, donde la pintura boloñesa tuvo una pronta recepción, como lo atestiguan los originales y las copias de Carracci, Guido Reni o Giovanni Battista Salvi. De este cabría destacar dos pinturas de la Virgen con el Niño, una conservada en la catedral de Granada y la otra en el hospital de los venerables de Sevilla (Serrano Estrella, 2017a: 36-37).
Sin duda la obra de Osuna pertenece al tipo de pintura amable, decorativa y devocional que tanto éxito obtuvo entre las clases acomodadas, cuyo máximo exponente fue Sassoferrato con sus variantes de figuras dulcemente idealizadas. No obstante, pese a que la obra confirma algunos elementos estilísticos propios del maestro, muestra una cierta artificiosidad, esquematismo y rigidez en la composición que difieren un tanto de los tipos más exitosos que se le vinculan. Aunque participa de la característica paleta de colores claros, especialmente en las encarnaduras, presenta una cierta atonía de matices de luces, lejos de la profundidad y el rotundo modelado de su característico claroscuro.
Fuente: Moreno de Soto, Pedro Jaime: “Virgen con el Niño”, Italia en Osuna, Osuna, 2018,pp. 146-148.
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